Nunca había sido religiosa pero después de la muerte de su prometido, decidió ingresar en un convento para consagrarse a Dios. Todos pensaron que lo hacía por la tristeza provocada por su muerte, pero ella sabía que era otro el verdadero motivo. Ella tenía miedo a enfrentarse con el hombre que poco después del fallecimiento de su novio, la había obligado a disfrutar del placer. No quería reconocer que seguía pensando en él y que lo deseaba con toda su alma y cuerpo. Era una tentación irresistible.
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